Normalmente la rutina hace que las personas carguen con excesivas tareas o responsabilidades, y cuando éstas llegan a ser demasiado exigentes, el cuerpo comienza a manifestarse: dolores de cabeza, fatiga, sudoración, insomnio… Estas son algunas de las posibles respuestas del organismo al estrés, aunque no son las únicas.
La salud cardiovascular también puede verse afectada, por lo que el estrés aparece como factor de riesgo superior a otros, ya que sufrirlo supone someter al organismo a tensiones que pueden ser altamente perjudiciales.
Las situaciones estresantes pueden generar elevación de la frecuencia cardíaca y la presión arterial, vasoconstricción coronaria, entre otros trastornos cardiovasculares. Además de estas alteraciones fisiológicas, el estrés y la ansiedad pueden conducir a cambiar hábitos de vida por otros menos saludables. Por ejemplo, comer en exceso o ingerir alimentos hipercalóricos, dormir menos, consumir más alcohol o café y hacer menos ejercicio.
Estudios recientes indican que el estrés psicológico crónico puede ser tan importante – y posiblemente más – para la salud del corazón que los factores de riesgo cardíacos tradicionales. De hecho, en las personas con un corazón poco sano, el estrés mental supera al físico como posible precipitante de ataques cardíacos mortales y no mortales y otros eventos cardiovasculares.
Todo comienza en el centro del miedo del cerebro, la amígdala, que reacciona al estrés activando la llamada respuesta de lucha o huida, lo que desencadena la liberación de hormonas que, con el tiempo, pueden aumentar los niveles de grasa corporal, la presión arterial y la resistencia a la insulina.
Además, la cascada de reacciones al estrés provoca la inflamación de las arterias, favorece la coagulación de la sangre y deteriora la función de los vasos sanguíneos, todo lo cual favorece la aterosclerosis, la enfermedad arterial que subyace a la mayoría de los ataques cardíacos y los accidentes cerebrovasculares.
Podemos combatir el estrés y cuidar nuestro corazón
Para evitar sufrir las consecuencias que el estrés puede tener en nuestra salud cardiovascular contamos con algunas herramientas. Entre las no farmacológicas se encuentran las siguientes:
Meditación
Técnicas de mente y cuerpo como la meditación basada en la atención plena, el yoga y el tai chi, y las técnicas calmantes que ralentizan la respiración, ayudan a activar el sistema nervioso parasimpático, que calma el cerebro y el cuerpo. Inhalar y exhalar de forma lenta y pausada puede ser un buen comienzo.
Descanso
Dormir bien y dejar que el sueño cumpla su función reparadora es otra manera de mantener alejado el estrés. Seguir rutinas horarias, técnicas de respiración que nos ayuden a relajarnos y evitar la exposición a la hora de acostarse a pantallas que emitan luz azul, son buenos aliados para tener un descanso reparador.
Alimentación saludable
Una alimentación rica en verduras, frutas y fibra, y baja en grasas y azúcares, también nos ayudará a mantener el estrés a raya. Dejar fuera de nuestra dieta estimulantes como el café y el alcohol, ya que potencian el estrés.
Ejercicio
El ejercicio físico habitual, al menos dos veces a la semana, puede ayudar a liberar tensiones, amortiguar el estrés y la inflamación corporal que puede causar. Además combate otros factores de riesgo: obesidad, diabetes, hipertensión arterial o niveles altos de colesterol.
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